Perdido en el mar por 438 días.

 

ZOZOBRA PENOSA

 

Zozobrar:
Peligrar [la embarcación] por la fuerza y contraste de los vientos.

Penoso:
Que exige mucho esfuerzo o acarrea penalidades.

 

La presente historia tiene su inicio en el Estado de Chiapas en la República Mexicana.

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El día 17 de noviembre del 2012 zarpó de la conocida como Costa Azul para ser exactos de puerto de Paredón.

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Una embarcación bautizada como “Camaroneros de la Costa”

'Se descompuso y empezamos a caminar a la deriva': en la imagen está el Camaroneros de la Costa, el bote motor de 23 pies en el que tuvo lugar la saga de Alvarenga.

Estaba fabricada de fibra de vidrio y media de 7 metros (23 pies) de eslora.

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A bordo iban José Salvador Alvarenga:

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Y su compañero Ezequiel Cordoba Barradas de 22 años.

The family of Alvarenga's companion Ezequiel Cordoba, who died after four months at sea, have demanded more answers over the 24-year-old's death. Alvarenga said Cordoba starved to death as he was unable to stomach their diet of turtle's blood and raw fish

José Salvador Alvarenga había preparado el bote con Ray Pérez, su compañero habitual pero en el último minuto, Ray Pérez no pudo unirse a él por lo cual José Salvador Alvarenga, ansioso por salir al mar, arregló para irse con Ezequiel Cordoba Barradas, un joven de 22 años con el sobrenombre de Piñata.

José Salvador Alvarenga y Ezequiel Cordoba Barradas nunca habían hablado antes y mucho menos habían trabajado juntos.

Su patrón  Guillermo Rodríguez Solís “Willy” les pagaría por la jornada de faena 1.500 pesos (unos 85 dólares).

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A los dos días de salir de puerto la embarcación, empezó una tormenta.

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En cuanto pasó la tormenta salieron varios pescadores y la guardia costera en su búsqueda.

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Nunca fueron encontrados.

Nunca volvieron.

Pero …….

Trece meses después sucedió lo impensable.

El día Jueves del 30 de Enero del 2014   José Salvador Alvarenga divisó la playa del atolón de Ebon dentro de las Islas Marshall en el en el océano Pacífico, en 438 días había recorrido 12,500 kilómetros desde aquel lugar que zarpó aquel lejano 18 de noviembre del 2012.

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Era tanta su desesperación que nadó a tierra.

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Con pocas fuerzas, se durmió, al día siguiente fue localizado por dos lugareños.

Estaba desorientado y sólo vestía calzones hechos jirones.

Como no habla inglés, se comunicó mediante dibujos y gestos, el día siguiente solicitaron ayuda y no fue hasta el día Lunes 3 de Febrero del 2014 que fue trasladado en una patrulla hacia Majuro, la capital de las Islas Marshall.

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Cerca de 1.000 curiosos y periodistas se acercaron ese lunes al muelle de Majuro para ver de cerca al náufrago  de quien ya conocían su historia pero no conocían al sobreviviente.

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Con el pelo largo, la barba poblada, una lata de refresco en la mano y una sonrisa salió del barco el hombre que dice que pasó más de un año a la deriva en las aguas del océano Pacífico, saludó brevemente a la gente antes de ser llevado al hospital.

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Esperando a una víctima flaca y postrada en la cama, una oleada de incredulidad atravesó la multitud quienes notaron una similitud con el personaje de Tom Hanks en la película Cast Away.

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Un enfermero tuvo que ayudar al hombre, para desembarcar por la pasarela de una  patrulla de la policía marítima tras un viaje que duró 22 horas desde el remoto atolón coralino de Ebon.

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La foto del pescador barbudo arrastrando los pies en tierra se hizo viral.

Entonces se conoció la historia del naufragio.

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El 19 de noviembre de 2012, un día después de ser emboscado en el mar por una tormenta masiva, José Salvador Alvarenga estaba tratando de alinear el bote con las olas con el fin de ir negociando lentamente una ruta de regreso a la costa.

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Mientras que José Salvador Alvarenga manejaba, Ezequiel Cordoba Barradas estaba lanzando frenéticamente el agua que les llegaba a los tobillos hacia el océano, deteniéndose solo momentáneamente para permitir que los músculos de sus hombros se recuperaran.

En la cubierta, una caja de fibra de vidrio del tamaño de un refrigerador estaba llena de pescado fresco: atún, mahimahi y tiburones, su captura hasta ese momento y que significaba suficiente dinero para sobrevivir durante una semana.

la nevera portátil en la que el pescador desaparecido Salvador Alvarenga se escondió del sol

José Salvador Alvarenga dice que como un surfista trató de deslizarse y abrirse paso mientras la resolución de Ezequiel Cordoba Barradas se desintegró ya que se sujetaba a la barandilla con ambas manos, vomitando y llorando ya que estaba seguro de que volcarían y los tiburones los devorarían.

No paraba de gritar.

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La tormenta ya estaba tan fuerte que la capitanía de puerto había impedido que los barcos pesqueros se dirigieran al mar.

Alrededor de las 9 de la mañana estaban aproximadamente a dos horas de tierra cuando el motor comenzó a toser y balbucear, rápidamente José Salvador Alvarenga sacó su radio y llamó a su jefe.

“¡Colita! ¡Colita! ¡Colita! ¡El motor está arruinado!”

“Cálmate, amigo, dame tus coordenadas”, respondió Willy, desde los muelles junto a la playa.

“No tenemos GPS, no está funcionando”.

“Pon un ancla,” ordenó Willy.

“No tenemos ancla“, dijo José Salvador Alvarenga.

Se dio cuenta de que faltaba antes de partir, pero no creía que lo necesitara en una misión en alta mar.

“Está bien, vamos a ir a buscarlo”, respondió Willy.

“Vamos, realmente me están jodiendo”, gritó José Salvador Alvarenga.

Estas fueron sus palabras finales.

Las olas seguían elevándose por encima de ellos por lo que cada hombre se apoyó contra un costado del bote de casco abierto para contrarrestar el balanceo.

José Salvador Alvarenga se dió cuenta de que su captura de casi 500 kg (1.100 lb) de pescado fresco estaba haciendo que el bote fuera pesado e inestable por lo que arrojó los pescados al océano.

Luego tiraron el hielo y la gasolina extra para posteriormente colgar 50 boyas del bote como una improvisada ancla que les proporcionó resistencia y estabilidad.

La tormenta duró cinco días.

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Milagrosamente, el bote de los dos hombres no se había volteado.

Mientras tanto en el puerto empezó la labor de rescate buscándolos por aire pero se encontraban mucho más lejos de lo que imaginaban ya que estaban a merced del viento y la marea.

Un cuadro que muestra dónde desaparecieron los hombres y el área de la búsqueda inicial.

Lo primero que hicieron al salir el sol fue hacer un inventario de sus herramientas y provisiones:

Un largo tablón de madera, un cubo gris con algo de ropa, un cuchillo de pesca abollado con una manija rajada, un fiel machete, una maza de madera, la nevera vacía (con tapa), una pila de botellas de lejía, una pequeña pila de cuerda de nylon, el motor inútil y una cebolla roja que se encuentró metida debajo de un asiento.

Colocaron la tabla de madera de dos metros de largo sobre dos bancos que cruzaban el bote como costillas centrales y prepararon una cama, se quitaron la ropa mojada y cayeron en un sueño profundo.

No tenían vela o un par de remos así que se dejaron llevar por el capricho del viento y las corrientes oceánicas, desviándose, dando vueltas y zigzagueando por el Pacífico abierto.

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No tenían comida y en eso  José Salvador Alvarenga observó el pequeño pez ballesta de 18 centímetros de largo que había estado masticando su bote la noche anterior.

Se arrodilló junto al borde del bote, con los ojos en busca de tiburones y metió los brazos en el agua hasta los hombros, con el pecho apretado contra el costado del bote, José Salvador Alvarenga tendió una trampa al pez.

Mantuvo las manos firmes, a unos 30 centímetros de distancia y cuando un pez nadó entre ellos, lo aplastó y clavó sus uñas en las ásperas escamas.

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Pronto fue capaz de capturar hasta 30 de los peces pequeños en una sola sesión.

 

Los hombres montaron una mini planta procesadora de pescado.

José Salvador Alvarenga atrapaba a los peces y con el cuchillo de pesca Ezequiel Cordoba Barradas los limpiaba y cortaba  hábilmente la carne en tiras del tamaño de un dedo que se dejaban secar al sol.

A falta de agua, José Salvador Alvarenga comenzó a beber su orina y alentó a Ezequiel Cordoba Barradas a seguir su ejemplo.

José Salvador Alvarenga  había aprendido hace mucho tiempo los peligros de beber agua de mar por lo que a pesar de su anhelo de líquido, se resistieron a tragar incluso una taza del interminable agua salada que los rodeaba.

También tuvieron acceso a tortugas para comer y lo más importante, para beber, de hecho fue lo único que tuvieron a la mano para beber en los primeros días:

“La rompía y me chupaba la sangre. Sentía una gran felicidad, como agua, dios mío qué bendición”.

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Después de aproximadamente 14 días en el mar, José Salvador Alvarenga  estaba descansando dentro de la nevera cuando escuchó un sonido:

Splat, splat, splat.

El ritmo de las gotas de lluvia en el techo era inconfundible.

“Piñata! Piñata! Piñata, ” gritó José Salvador Alvarenga  mientras salía.

Nubes oscuras acechaban sobre sus cabezas y después de días de beber orina y sangre de tortuga, de casi morir de sed, una tormenta finalmente se abalanzó sobre los hombres.

Abrieron la boca a la lluvia que caía, se quitaron la ropa y se ducharon.

En una hora, el cubo tenía una pulgada, luego dos pulgadas de agua.

Ya tenían suministro de agua.

Así mismo, José Salvador Alvarenga, un hábil cazador en tierra, comenzó a acechar a las aves marinas.

Agachado como un soldado que se arrastra por un campo de batalla, José Salvador Alvarenga esperó a que aterrizara un pájaro.

Cuando el pájaro se posó sobre su bote, José Salvador Alvarenga no se movió, sino que esperó hasta que las defensas del pájaro se relajaron  avanzó lentamente por la cubierta del bote evitando el contacto visual mientras acechaba a su presa.

Cuando su presa estuvo a su alcance, en un instante relámpago, tenía el cuello del pájaro en una mano y una pierna en la otra, pronto confirmó que se había roto el cuello.

Limpió el ave y la cortó en tiras de carne que tendió al sol, le agregó su único condimento del que disponía, unas gotas de agua de mar y se sentaron a comer.

José Salvador Alvarenga masticó con gusto su pedazo de sashimi pero Ezequiel Cordoba Barradas cometió un costoso error:

Olía la carne de ave marina.

Ezequiel Cordoba Barradas se rebelaba contra el hedor, como el pescado podrido.

Córdoba, la estrella del equipo de fútbol de Costa Azul, tenía 22 años cuando partió con Alvarenga en su fatídico viaje. Era la primera vez que los dos habían trabajado juntos.

Empezaron a pasar los días y los dos hombres abandonaron la modestia tradicional y caminaron desnudos, sentados en cuclillas en el borde del barco junto al motor para defecar en el mar y luego se lavaban con agua de mar.

Para orinar, se paraban y orinaban en el océano. 

Desde aproximadamente las 10am hasta las 4pm, los hombres escapaban del sol viviendo dentro de la nevera. 

Estaba abarrotado, apestoso, incómodo y doloroso de meter dos cuerpos en la caja, pero los hombres reconocieron que este inconveniente importaba poco en comparación con el refugio que ofrecía el duro sol.

la nevera portátil en la que el pescador desaparecido Salvador Alvarenga se escondió del sol

Tenían una reserva de agua cortesía de una tormenta y un suministro de alimentos más confiable.

Tenían también una reserva de tres tortugas vivas, una pequeña bandada de pájaros y tiras de pescado secas.

Para evitar que las aves cautivas salieran volando, José Salvador Alvarenga rompería los huesos en una ala, una medida cruel, pero una parte esencial de su supervivencia.

Después de semanas en el mar, José Salvador Alvarenga y Ezequiel Cordoba Barradas se convirtieron en carroñeros astutos y aprendieron a distinguir las variedades de plástico que se balancean a través del océano.

Agarraron y almacenaron cada botella de agua vacía que encontraron.

 Cuando una bolsa de basura verde se colocó a su alcance, los hombres la atraparon, la subieron a bordo y abrieron el plástico.

Dentro de una bolsa, encontraron un fajo de chicle masticado y dividieron el bulto del tamaño de una almendra, cada hombre festejando la riqueza de los placeres sensoriales.

Debajo de una capa de aceite de cocina empapado, encontraron riquezas:

Media cabeza de repollo, algunas zanahorias y un litro de leche, medio rancio, pero aún así se lo bebieron.

Era la primera comida fresca que los dos hombres habían visto durante mucho tiempo.

Trataron las zanahorias empapadas con reverencia.

Pero Ezequiel Cordoba Barradas se sumió en la depresión y se negaba a comer aves crudas, si bien toleraba la carne de tortuga ocasional y el pescado fresco, desgraciadamente nunca hubo suficiente para desacelerar su deterioro general.

Los dos hombres hicieron un pacto.

Si Ezequiel Cordoba Barradas sobrevivía, viajaría a El Salvador y visitaría a la madre y padre de José Salvador Alvarenga.

Si José Salvador Alvarenga lograba salir con vida, volvería a Chiapas, México, y encontraría a la madre devota de Ezequiel Cordoba Barradas que se había vuelto a casar con un predicador evangélico.

“Me pidió que le dijera a su madre que estaba triste porque no podía decir adiós y que ella no debería hacer más tamales para él; deberían dejarlo ir, que se había ido con Dios”

Un día antes del desayuno Ezequiel Cordoba Barradas dijo:

“Estoy cansado, quiero agua”

José Salvador Alvarenga recuperó la botella de agua y se la llevó a la boca de Ezequiel Cordoba Barradas, pero su compañero no tragó; en cambio, se estiró.

Su cuerpo se sacudió en convulsiones cortas, gimió y su cuerpo se tensó, después de eso Ezequiel Cordoba Barradas murió con los ojos abiertos.

“Lo recosté en el banco para mantenerlo fuera del agua ya que temía que una ola lo lavara del bote. Lloré durante horas”.

Luego de que Ezequiel Cordoba Barradas muriera, José Salvador Alvarenga no quiso arrojar su cuerpo al agua, porque temía tanto a la soledad que entró en estado de shock, por lo que pasó seis días junto al cadáver.

“Fue muy duro para mí su partida, y continuaba hablando con él. En el sexto día me di cuenta que me estaba volviendo loco, entonces oré por él y arroje el cuerpo al agua”

Comentó José Salvador Alvarenga que su compañero murió a las cuatro semanas de:

“Sed y de hambre, porque vomitaba y era incapaz de alimentarse de animales crudos”

“Trató de beber la sangre de las tortugas, pero siguió estando enfermo porque no le caía bien a su estómago”.

“Su estómago  se negaba a digerir la carne cruda. Cortaba la carne en trozos pequeños e intentaba darle de comer como a un bebé”,

Y agregó:

“Aguantó 4 semanas. Pero después me quedé yo solo. ‘Dios mío, ¿cuándo voy a salir, cuándo me vas a llevar?’ pensaba”

Empezó entonces un periplo de más de un año en el que sobrevivió :

“Comiendo pescado cuando había y  bebiendo agua de lluvia o mi propia orina”.

“Me levantaba esperando a patos, pájaros que vinieran a mi lancha. Los pajaritos empezaban a rascar, los agarraba y me los comía”

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También se alimentaba de tortugas que se acercaban a la lancha.

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“No quería morir de hambre”

Hambriento, en más de una ocasión soñó con sus platos favoritos.

“Lo único que veía era el sol, el mar y el cielo. Mi sueño durante un año fue comer una tortilla (a base de maíz, una torta especialidad de la cocina mexicana), pollo y muchas otras cosas”

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Durante el largo período de tiempo que estuvo en el mar, José Salvador Alvarenga explicó que perdió la noción de la fecha y los días de la semana.

No sabía la fecha o el día, solo las horas y cuando se hacía noche y cuando amanecía”

“Pensaba que iba acabar loco, que no iba a volver a ver a la gente pensaba yo. Miraba a mi papá, miraba a mi mamá, miraba a mis hermanas, pero eran imaginaciones”.

Pasaba horas sentado, viendo el cielo, viendo el sol”.

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Y los días se empezaron a acumular.

The boat's journey across the Pacific.

 

Cuando era pequeño, su abuelo le había enseñado a hacer un seguimiento del tiempo utilizando los ciclos de la luna.

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Ahora, solo en el océano abierto, siempre tenía claro cuántos meses había estado a la deriva; sabía que había visto 15 ciclos lunares mientras navegaba por territorio desconocido.

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Estando dentro de la hielera protegiéndose del sol cuando de repente el cielo se llenó de aves costeras.

José Salvador Alvarenga las miró.

Los músculos de su cuello se tensaron.

Una isla tropical emergió de la niebla.

Un atolón verde del Pacífico, una pequeña colina rodeada por un caleidoscopio de aguas color turquesa.

“Acababa de matar a un ave para comer y vi algunos árboles”

“Grité ‘Oh Dios’.

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José Salvador Alvarenga pensó que podría desviarse del rumbo ya que se encontraba a la deriva o podía retroceder, ya había sucedido antes.

Miró la tierra mientras trataba de distinguir los detalles de la costa.

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Era una isla pequeña, no más grande que un campo de fútbol, ​​calculó.

Parecía salvaje, sin carreteras, automóviles ni casas.

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Con su cuchillo, cortó la línea irregular de boyas.

Era un movimiento drástico.

En el océano abierto, sin ancla de mar, podía voltearse fácilmente incluso durante una tormenta tropical moderada.

Pero José Salvador Alvarenga podía ver claramente la costa y apostaba que la velocidad era más importante que la estabilidad.

En una hora se había desplazado cerca de la playa de la isla así que dejó el bote  a diez metros de la costa y se zambulló en el agua:

Nadaba como una tortuga

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Se alejó por vez primera de su bote.

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Una gran ola lo levantó y lo arrojó a la playa, como madera flotante.

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Cuando la ola se alejó, José Salvador Alvarenga quedó boca abajo en la arena.

“Sostenía un puñado de arena como si fuera un tesoro.

Llegué a tierra y dormí mucho.

Estaba totalmente destruido y tan flaco como un tablero, lo único que quedaba eran mis intestinos y intestinos, más piel y huesos, mis brazos no tenían carne, mis muslos eran flacos y feos “.

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Aunque no lo sabía, José Salvador Alvarenga se había bañado en Tile Islet, una pequeña isla que forma parte del Ebon Atoll, en el extremo sur de las 1.156 islas que forman la República de las Islas Marshall, una de las más remotas manchas en la Tierra.

mapa del viaje del pescador desaparecido Salvador Alvarenga

En la mañana desperté y escuché a un gallo y vi pollos  y una pequeña casa. Vi a dos mujeres nativas gritando. No tenía ninguna ropa, estaba solo con mi ropa interior que estaba arañada y desgarrada”

Ropa interior que traía puesta José Salvador Alvarenga.

Ragged: These torn and dirty boxer shorts were the only clothes that Alvarenga was wearing when he came ashore

Mientras se tambaleaba entre la maleza, de repente se encontró de pie frente a un pequeño canal de la casa de la playa de Emi Libokmeto y su esposo Russel Laikidrik.

Cuando miro hacia el otro lado, veo a este hombre blanco allí”, dijo Emi Libokmeto, que trabaja descascarando y secando cocos en la isla.

Él está gritando, se veía débil y hambriento. Mi primer pensamiento fue que esta persona nadó aquí, debe haberse caído de un barco “.

Después de acercarse tentativamente, lo recibieron en su casa.

Después de una mañana de cuidar y alimentar al náufrago, Russel Laikidrik navegó a través de una laguna hasta la ciudad principal y el puerto de la isla de Ebon para pedir ayuda al alcalde.

En cuestión de horas, un grupo, incluida la policía y una enfermera, había venido a rescatar a José Salvador Alvarenga quienes tuvieron que convencerlo de que se subiera a un bote con ellos de regreso a Ebon.

But now the 37-year-old El Salvadorian, who looks remarkably healthier than the bloated and bedraggled figure who hit headlines two weeks ago, is heading back to his family, who have not seen him for 15 years after he fled to Mexico following a brutal bar-room brawl

A José Salvador Alvarenga se le hizo un corte de pelo y barba, teñidos por el sol, cortesía de la embajada de los Estados Unidos dentro de una habitación de hotel en Majuro, la capital de las Islas Marshall.

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Desde las Islas Marshall, José Salvador Alvarenga dijo que aunque residía  en México hacía unos 15 años, era originario de una ciudad costera de El Salvador llamada Garita Palmera, cerca de la frontera con Guatemala.

Desde ese momento se empezó a investigar la veracidad de la historia.

Primeramente con la gente en la isla quienes dijeron que el bote de fibra de vidrio de casi 8 metros estaba en muy mal estado, cubierto de algunos crustáceos y con caparazones de varias tortugas en la cubierta.

 

Resultado de imagen para José Salvador Alvarenga

Jon Fjeldstad dijo:

“El barco estaba lleno de conchas y otros animales marinos. Tenía una cría de pájaro, una tortuga muerta, algunos cascarones de tortugas y restos de pescado”.

Aquí podemos apreciar el interior del bote de José Salvador Alvarenga.

Image: A turtle was found inside Jose Salvador Alvarenga's boat

Estos son los restos del motor de José Salvador Alvarenga.

Engine failure: Islanders took pictures of the remains of Alvarenga's 75bhp engine. He said it broke down, leaving him at the mercy of the Pacific Ocean currents

Aquí pasó 13 meses José Salvador Alvarenga en alta mar.

Narrow: Alvarenga would have found it excruciating to live and sleep inside the boat

Aquí la parte inferior del bote de José Salvador Alvarenga en el que se aprecia que hay vida marina pagada, evidencia de largo tiempo dentro del agua.

Barnacles: The bottom of the boat had some sea life attached

Aquí podemos ver a la policía inspeccionando el bote de José Salvador Alvarenga.

Boat: Willing Kajidrik also released a photo of police checking the 7-meter fishing boat of Jose Salvador Alvarenga after it was pulled onto the shore following his rescue, on Marshall Islands

‘Los oficiales rastrearon al responsable en capitanía de puerto acerca de José Salvador Alvarenga, quien confirmó que el número de registro del barco en el que se había salvado era el mismo que el que salió del puerto el 17 de noviembre de 2012 y desapareció.

Se entrevistó al oficial mexicano de búsqueda y rescate Jaime Marroquín que supervisó la operación de búsqueda, dijo que el clima había sido muy malo.

“Los vientos eran altos, llevamos a cabo una búsqueda intensa, pero tuvimos que detener los vuelos de búsqueda después de dos días debido a la mala visibilidad”.

El informe oficial del evento nombra a los dos pescadores desaparecidos como Cirilo Vargas y Ezequiel Córdova.

Error que se explica al saber que  José Salvador Alvarenga estaba indocumentado desde hacía 15 años y todos lo conocían como Cirilo Vargas.

Jaime Marroquín dijo que el dueño del bote indicó que Cirilo Vargas era de El Salvador y que no había familiares que siguieran el progreso del esfuerzo de búsqueda, mientras que el padre de Ezequiel Cordoba Barradas siempre había estado en la pista de aterrizaje durante la operación.

En base a lo anterior se fue a entrevistar a los pescadores locales de Costa Azul donde José Salvador Alvarenga vivió y trabajó en la zona durante años y que se perdió en el mar a mediados de noviembre.

Los habitantes de Costa Azul no sabían el verdadero nombre de José Salvador Alvarenga y solo lo conocen por el apodo de ‘la Chancha’, usado para describir a personas corpulentas.

“La Chancha” fue reconocido ese mismo lunes por los pescadores que trabajaban con él en el municipio de Pijijiapan (Chiapas).

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“Es él, ‘La Chancha’, no podemos equivocarnos” dijo Jorge Rodríguez, uno de los hijos de Guillermo Rodríguez Solís, el patrón de José Salvador Alvarenga.

Por otra parte el diario salvadoreño El Mundo localizó a sus padres.

Dijeron que su hijo se había mudado a Chiapas porque quería trabajar en los barcos de pesca de tiburones allí, pero que la familia había perdido contacto con él hace ocho años cuando dejó de visitar su ciudad natal.

El náufrago Jose Salvador Alvarenga

“Pensamos que debía estar muerto”, dijo María Julia Alvarenga.

“No puedo encontrar las palabras para describir cómo me siento, como su madre, saber que ha sido encontrado”.

Ella agregó:

“Soñé con él, lo vi vivo en mis sueños. Pero luego desapareció. Seguí soñando así durante varios días “.

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Su hija Fatima le preparó una fiesta de bienvenida.

Fatima Maeba Alvarenga, daughther of pacific castaway Jose Salvador Alvarenga, prepares to welcome home her father

Su mamá le preparó la comida.

Maria Julia Alvarenga, mother of Jose Salvador Alvarenga, prepares to receive him at her house in Garita Palmera, 118 km west of San Salvador

Mientras tanto, en las Islas Marshall, el estado de salud de José Salvador Alvarenga empeoró constantemente.

Sus pies y piernas estaban hinchados.

Los doctores sospechaban que los tejidos habían estado privados de agua por tanto tiempo que ahora absorbían todo.

Standing and looking good: Jose Alvarenga, just four days after he washed ashore after 14 months at sea in a tiny boat last week. He arguably looks better than when he first stepped off the boat to the world's cameras on the mainland on Monday, even if he is a little slimmer

Pero después de 11 días, los médicos determinaron que la salud de José Salvador Alvarenga se había estabilizado lo suficiente como para poder viajar a su hogar en El Salvador, donde se reuniría con su familia.

José Salvador Alvarenga partió de Islas Marshall, donde fue rescatado el 30 de enero y tras hacer escalas en Hawai y en Los Ángeles (EU), llegó en un vuelo comercial a eso de las 20H0 locales (02H00 GMT del miércoles) al aeropuerto internacional El Salvador, 44 km al sureste de la capital, confirmó a la AFP Irene Sánchez, jefa de comunicaciones de la cancillería.

El Canciller Jaime Miranda (segunda a la izquierda) Viceministro de Relaciones Exteriores Juan José García (centro) y Viceministro de Salud Violeta Menjivar (derecha) saludan a José Salvador Alvarenga, quien yace en una camilla luego de llegar al aeropuerto de San Salvador, El Salvador.

Foreign Minister Jaime Miranda (second left) Vice Foreign Minister Juan Jose Garcia (center) and Vice Minister of Health Violeta Menjivar (right) greet Jose Salvador Alvarenga, who lies on a stretcher after arriving at the airport in San Salvador, El Salvador, on Tuesday

Al preguntarle acerca de su condición mencionó:

“Está muy fuerte, tiene gran potencial para superar el trauma que vivió. Por el momento padecer de talasofobia o miedo al mar, según explicó el médico psiquiatra Angel Sermeño, quien lo atendió desde que arribó el pasado 11 de febrero al Hospital San Rafael, de la ciudad de Santa Tecla.

Por su parte, el médico Alex González, subdirector del “San Rafael”, aseguró que José Salvador Alvarenga tuvo una historia increíble, pero que :

“Es real.

Se le han practicado muchos exámenes, entre ellos una resonancia magnética, en la que se detectó que producto de la deshidratación prolongada y de la posición en la que tuvo que estar durante tanto tiempo, se le produjo una hernia intervertebral (en los discos de la columna vertebral), que le provoca dolor, pero no hay necesidad de intervenir quirúrgicamente”.

Allí en la camilla del hospital es donde se reunión con su madre.

Alegría: Castaway Jose Alvarenga en un abrazo emocional con su madre María mientras se recupera en el hospital

Tan pronto como fue lo suficientemente fuerte, viajó a México para cumplir su promesa y entregar en nombre de Ezequiel Cordoba Barradas un mensaje a su madre Ana Rosa Díaz.

Se sentó con ella durante dos horas, respondiendo todas sus preguntas el día 5 de marzo de 2014.

La vida en la tierra no le ha sido sencilla:

Durante meses, José Salvador Alvarenga todavía estaba en estado de shock.

Había desarrollado un miedo profundo no solo al océano, sino incluso a la vista del agua.

Dormía con las luces encendidas y necesitaba compañía constante.

Pescador desaparecido Salvador Alvarenga de vuelta a casa en El Salvador en junio de 2015

La historia de José Salvador Alvarenga tiene suficientes hechos para hacerla plausible:

El informe inicial de la persona desaparecida, la operación de búsqueda y rescate, la correlación de su deriva con las corrientes oceánicas conocidas y el hecho de que era fue encontrado extremadamente débil.

¿Qué tenemos entonces?

Dos pescadores.

Una tormenta perfecta.

Una increíble historia de supervivencia humana en mar abierto.

Claro que es difícil imaginar a alguien que haya podido sobrevivir durante 13 meses en el mar.

Y es difícil imaginar que alguien llegue a Ebon de la nada.

Serán cosas difíciles pero no imposibles.

Lo cierto es que José Salvador Alvarenga ha pasado por una prueba difícil y ha estado en el mar por algún tiempo.

Pero está claro que es un pescador experimentado.

También es claro que existen otros ejemplos de un periplo parecido.

El 9 de agosto de 2005, tres pescadores mexicanos partieron de un puerto de la costa del Pacífico en su país y, tras quedarse sin gasolina y averiarse su motor, fueron arrastrados por las corrientes mar adentro.

Más de nueve meses después, fueron rescatados por un atunero taiwanés frente a las Islas Marshall. Sobrevivieron comiendo pescado y aves marinas crudas y bebiendo agua de lluvia, que almacenaban en el fondo de su bote, y se apoyaban moralmente en la lectura de la Biblia.

Al mes siguiente, cuatro pescadores de Micronesia, que quedaron a la deriva durante 34 días en el Pacífico y recorrieron más de 1.500 kilómetros, fueron socorridos cerca de las mismas islas Marshall.

Los rescatados, tres hombres y una mujer, sobrevivieron con pescado crudo y agua de lluvia.

En 1992, dos pescadores de Kiribati estuvieron a la deriva durante 177 días antes de llegar a Samoa.

Dos pescadores se perdieron por 15 días sobreviviendo de la misma manera, carne de pescado, aves y tortuga, así como la sangre de la última para calmar la sed.

Lo anterior nos hace ver que si pudieron sobrevivir 15 días unos pescadores a base de pescado crudo, aves, tortugas y su sangre.

También se puede sobrevivir 15 meses.

Solamente que no hay que ir muy de prisa.

Experiencia necesaria.

IMAGINATE: cuando le dió el primer trago a la coca cola.

A Mexican castaway who identified himsel

 

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